Así dice el Señor, el Santo de Israel:
"Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén,
no tendrás que llorar, porque se apiadará a la voz de tu gemido:
apenas te oiga, te responderá.
Aunque el Señor te dé un pan medido y el agua tasada,
ya no se esconderá tu Maestro, tus ojos verán a tu Maestro.
Si te desvías a la derecha o a la izquierda,
tus oídos oirán una palabra a la espalda:
"Este es el camino camina por él".
Te dará lluvia para la semilla que siembras en el campo,
y el grano de cosecha del campo será rico y sustancioso;
aquel día tus ganados pastarán en anchas praderas;
los bueyes y asnos que trabajan en el campo comerán
forraje fermentado, aventado con bieldo y horquilla.
En todo monte elevado, en toda colina alta,
habrá ríos y cauces el día de la gran matanza,
cuando caigan las torres.
La luz de la Cándida será como la luz Ardiente,
y la Luz Ardiente será siete veces mayor,
cuando el Señor vende la herida de su pueblo
y cure la llaga de su golpe.
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