La Fiesta de la Inmaculada Concepción celebra que "María nunca tuvo pecado original, ni siquiera en el momento de su concepción ". No se relaciona con la virginidad de María, sino con el hecho de que permaneció sin mancha y siempre conservó la gracia de Dios.
La iglesia lo aceptó como dogma en el año 1854, en el pontificado de Pio IX. Aunque, la santidad de María y su concepción inmaculada, fue un hecho que desde los primeros cristianos ha sido proclamado.
El 8 de diciembre se adoptó como fecha para la festividad, considerando que la natividad de la Virgen María es el 8 de septiembre, y son nueve meses de gestación.
Las sagradas escrituras en la Anunciación por medio del ángel Gabriel reconocen las virtudes de María: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo" (Lucas 1,28).
En el catecismo de la iglesia católica (490-493) reconoce que: "Para ser la Madre del Salvador, María fue dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante"(...) para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese poseída por la gracia de Dios.
La resplandeciente santidad del todo singular de la que ella fue enriquecida desde el primer instante de su concepción, le viene toda entera de Cristo: ella es redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo". El Padre la ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo, más que ninguna otra persona creada. El la ha elegido en él antes de la creación del mundo para ser santa e inmaculada en su presencia, en el amor.
Los padres de la tradición oriental llaman a la Madre de Dios "La toda Santa -Panagia-, la celebran como inmune de toda mancha de pecado y como plasmada por el Espíritu Santo y hecha una nueva criatura. Por la gracia de Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de su vida".
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