Audiencia General 23 de marzo 2016
Queridos hermanos y hermanas:
Nuestra reflexión de hoy nos introduce en el Triduo Pascual. Tres días intensos que nos hablan de la misericordia de Dios, pues hacen visible hasta dónde puede llegar su amor por nosotros. El Evangelio de san Juan dice: «Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo», los amó hasta el fin.
El Triduo Pascual es el memorial de un drama de amor que nos da la certeza que nunca seremos abandonados en las pruebas de la vida.
El Jueves Santo, con la institución de la Eucaristía y el lavatorio de los pies, Jesús nos enseña que la Eucaristía es el amor que se hace servicio.
El Viernes Santo, llegamos al momento culminante del amor, un amor que quiere abrazar a todos sin excluir a nadie con una entrega absoluta.
El Sábado Santo, es el día del silencio de Dios, Jesús comparte con toda la humanidad el drama de la muerte, no dejando ningún espacio donde no llegue la misericordia infinita de Dios.
En este día, el amor no duda, como María, la primera creyente, ella no dudó, guardó silencio y esperó. El amor espera confiado en la palabra del Señor hasta que Cristo resucite esplendente el día de Pascua.
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