Postrados a vuestras plantas, oh Virgen
purísima, Madre y Señora del Carmen, os tributamos fervientes acciones de gracias
por la benignidad con que siempre estáis dispuesta a escuchar las súplicas de
vuestros hijos, confiados y devotos.
Recibid, Señora, en prenda de fiel
correspondencia, la total ofrenda de nuestro ser, porque anhelamos perteneceros
en el tiempo y en la eternidad.
¡Oh Madre de Dios, vuestro amor no tiene
límites. Os ha entregado vuestro Hijo el reino de la clemencia: venid, pues, en
socorro de los infortunados que clamamos a vos. Desplegad vuestro manto cándido
y apacible, como ola de alegre luz de la mañana en el Monte Carmelo y defiéndenos;
extended vuestro cetro de oro sobre el mundo y el infierno y reprimid la soberbia
de nuestro común enemigo.
Desde el trono de la gloria en que os mira nuestra
fe, atended, Virgen Santísima del Carmen, el memorial de súplicas de vuestros
devotos.
Conservad en prosperidad y fortaleza al Sumo
Pontífice y a los prelados de la iglesia; interceded por el clero, guardián de
alma. Multiplicad los días de paz y de bonanza en nuestra nación, que es
patrimonio vuestro y tanto os ama.
Apiádate, Virgen dulcísima, de los pecadores,
venced la dureza de los herejes, llamad al seno del catolicismo a los
cismáticos e iluminad a los fieles, que todavía yacen sentados en tinieblas y
sombras de muerte.
Reanimad a los enfermos, consolad a los
atribulados y dad a los encarcelados resignación; mostraos tierna Madre de los
huérfanos, y amparadora solícita de los pobres; guiad los pasos de los
caminantes y peregrinos y los navegantes conducidlos a puerto de Salud.
Enviad un rayo de luz de vuestros ojos a los
moribundos y alcanzadles la gracia de expirar con la tranquilidad del
arrepentimiento y de la confianza en Dios.
Otorgadnos a cuantos hemos acostumbrado a
recurrir a vos, cumplidas bendiciones. Que por vuestro amparo conserven los
niños la inocencia, se liberen los jóvenes de los peligros contra la pureza y
guarden las familias el tesoro de las cristianas costumbres.
Que revestidos, en fin, Señora amabilísima del Carmen, con vuestro santo escapulario, vivamos todos en amistad con Dios, muramos piadosamente, seamos pronto libres de las llamas del fuego expiatorio, y en las mansiones del paraíso merezcamos ser reconocidos como devotos, cofrades e hijos vuestros; para glorificar eternamente al Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario