El Papa Francisco- TED 2017
"Me ha gustado mucho el título : "Tu futuro", porque mientras mira al mañana, invita ya desde hoy al dialogo; mirando al futuro invita a consultar a un tú, tu futuro. El futuro está hecho de encuentros, porque la vida fluye a través de las relaciones. Mis muchos años de vida me han afianzado cada vez más la convicción que la existencia de cada uno de nosotros está ligada a la del otro. La vida no es el tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro.
Al conocer o escuchar a enfermos que sufren; a emigrantes que enfrentan tremendas dificultades, en busca de un futuro mejor; encarcelados que llevan el infierno en su propio corazón; a personas, especialmente jóvenes, que no tienen trabajo; a menudo me pregunto: ¿Por qué ellos y no yo?
Yo también nací en una familia de emigrantes; mi papá y mis abuelos como tantos otros italianos partieron para Argentina y conocieron la suerte de quien se queda sin nada. Yo también podría estar entre los "descartados" de hoy. Por eso en mi corazón permanece siempre esta pregunta: ¿Por qué ellos y no yo?
Me gustaría que este encuentro nos ayude a recordar que todos necesitamos los unos de los otros, que ninguno de nosotros es una isla, un yo autónomo e independiente del otro, que solamente podemos construir el futuro juntos, sin excluir a nadie.
A menudo no pensamos en ello, pero en realidad todo está vinculado y necesitamos recuperar nuestros vínculos. También ese juicio duro que llevo en mi corazón contra mi hermano o mi hermana, esa herida no curada, ese mal no perdonado, ese rencor que me hará solo mal, es un pedazo de guerra que llevo dentro, un foco en el corazón que debe extinguirse, para que no desate un incendio y no deje cenizas.
Muchos hoy por diversos motivos, no creen que sea posible un futuro feliz. Esos temores se toman en serio, pero no son invencibles; se pueden superar si no nos cerramos en nosotros mismos. Porque la felicidad se experimenta sólo como el don de armonía de cada uno con el todo. También la ciencia, lo saben mejor que yo, nos presenta una explicación de la realidad donde cada cosa está en relación continua con las otras.
Esto me lleva a mi segundo mensajes: Cómo sería de maravilloso si a la par del crecimiento de las innovaciones científicas y tecnológicas correspondiera siempre una mayor equidad e inclusión social. Cómo sería de maravilloso si mientras descubrimos nuevos planetas, descubriésemos las necesidades del hermano y la hermana que orbitan a mi alrededor.
Cómo sería de maravilloso que la fraternidad, esa palabra tan bonita y a veces incómoda, no se redujese sólo a asistencia social, sino que se convirtiese en una actitud básica en las decisiones a nivel político, económico y científico y en las relaciones entre las personas, entre pueblos y países.
Sólo la educación en fraternidad en una solidaridad concreta puede superar la cultura del descarte; que no trata sólo de alimentos y bienes, sino de personas marginadas de sistemas tecno-económicos, en cuyo centro sin percatarse, ya no está el hombre, sino los productos del hombre.
La solidaridad es un palabra que muchos quieren quitar del diccionario, la solidaridad no es un mecanismo automático, no se puede planificar o controlar, es una respuesta libre que nace del corazón de cada uno. Sí, ¡una respuesta libre!
Si uno comprende que su vida, aunque en medio de tantas contradicciones, es un don, que el amor es la fuente y el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de hacer el bien al otro?. Para participar activamente en el bien hace falta memoria, hace falta valentía y también creatividad.
Me han dicho que en TED, se reúne mucha gente muy creativa. Sí, el amor exige una respuesta creativa, concreta, ingeniosa. No bastan los buenos propósitos y las fórmulas ya consagradas, que a menudo sólo sirven para tranquilizar conciencias. Juntos ayudémonos a recordar que el otro, no son una estadística o un número, el otro es un rostro, el tú es siempre un rostro concreto, un hermano al cual cuidar.
Hay una historia que contó Jesús para explicar la diferencia entre quien no se preocupa y quien cuida del otro. Es la parábola del Buen Samaritano, cuando le preguntaron a Jesús: ¿quién es mi prójimo? es decir ¿a quién debo cuidar? Jesús contó esta historia, la historia de un hombre que había sido robado, golpeado, y abandonado en el camino.
Dos personas muy respetables en su tiempo, un sacerdote y un levita, lo vieron y pasaron de largo sin pararse. Luego llegó un samaritano, que pertenecía a una etnia despreciada, y este samaritano al ver a ese hombre herido en el suelo, no pasó de largo como los otros, como si no pasara nada, sino que tuvo compasión, y esta compasión lo llevó a actuar de manera muy concreta: vertió aceite y vino sobre las heridas del aquel hombre, lo llevó a un albergue, y pagó de su bolsillo los cuidados para su asistencia.
La historia del Buen Samaritano es la historia de la humanidad de hoy. En el camino de los pueblos hay heridas provocadas porque en el centro está el dinero, están las cosas, no las personas. A menudo está la costumbre de quienes se creen respetables de no cuidar de los otros, dejando a tantos seres humanos, pueblos enteros, atrás, tirados por el camino.
Existe sin embargo quien da vida a un mundo nuevo, cuidando de los otros, incluso asumiendo los costos. De hecho, decía la Madre Teresa de Calcuta: no se puede amar si no es a costo propio. Tenemos mucho que hacer, y debemos hacerlo juntos.
Pero, ¿cómo hacer con todo el mal que respiramos? Gracias a Dios, ningún sistema puede prohibir que nos abramos al bien, a la compasión, a la capacidad de reaccionar al mal que nace del corazón del hombre. Ahora me dirá: Sí, son palabras bellas, pero yo no soy el Buen Samaritano, menos la Madre Teresa de Calcuta, sin embargo, cada uno de nosotros es precioso; cada uno de nosotros es irreemplazable ante los ojos de Dios. En esta noche de conflictos que estamos atravesando, cada uno de nosotros puede ser una vela iluminada, que nos recuerda que la luz prevalece sobre las tinieblas y no al contrario.
Para nosotros cristianos el futuro tiene nombre, y ese nombre es esperanza. Tener esperanza no significa ser optimistas, ingenuos, ignorantes del drama de los males la humanidad. La esperanza es la virtud de un corazón que no se aferra a las sombras, que no se refugia en el pasado, que no vive a duras penas el presente, sino que sabe ver el mañana. La esperanza es la puerta abierta al porvenir, es la semilla de una vida humilde y oculta, que con el tiempo se transforma en un gran árbol. Es como la levadura invisible que hace levar la pasta, que da sabor a toda la vida. Es capaz de tanto, porque basta una sola pequeña luz que se alimente de esperanza y la oscuridad ya no estará más completa. Basta un sólo hombre para que haya esperanza y ese hombre puedes ser tú. Después otro tú, y otro tú y entonces somos nosotros. Y con nosotros ¿comienza la esperanza?...No, ya ha comenzado con tú. Cuando hay un nosotros, comienza una revolución.
El tercer y último mensaje que me gustaría compartir hoy es sobre la revolución, la revolución de la ternura. ¿Qué cosa es la ternura? Es el amor que se acerca y se hace concreto. Es un movimiento que parte del corazón y llega a los ojos, a las orejas, a las manos. La ternura es usar los ojos para ver al otro, usar las orejas para sentir al otro, para escuchar el grito de los niños, de los pobres, de los que temen al futuro, escuchar también el grito silencioso de nuestra casa común, de nuestra tierra contaminada y enferma.
La ternura significa utilizar las manos y el corazón para acariciar al otro, para cuidarlo. La ternura es el lenguaje de los más pequeños, de quienes necesitan del otro. Un niño se encariña y conoce al papá y a la mamá por las caricias, por la mirada, por la voz, por la ternura. Me gusta sentir cuando el papá o la mamá hablan con su hijo pequeño, y ellos también se hacen niños, hablando como él, el niño. Esa es la ternura, rebajarse al nivel del otro. También Dios se rebajó en Jesús para estar a nuestro nivel.
Este es el camino recorrido por el Buen Samaritano, es el camino recorrido por Jesús que se rebajó, que recorrió toda la vida del hombre con el lenguaje concreto del amor. La ternura es el camino que ha recorrido los hombres y mujeres más fuertes y valientes. La ternura no es debilidad, es fortaleza; es el camino de la solidaridad, el camino de la humildad. Permítanmelo decirlo claramente: cuando más poderoso eres, cuanto más tus acciones tienen un impacto sobre la gente, mucho más humilde has de ser. Porque o sino el poder te arruina, y tú arruinarás a los demás.
En Argentina, se decía que el poder es como tomar ginebra en ayunas: la cabeza te da vueltas, te embriaga y te hace perder el equilibrio, y te lleva a hacerte daño a ti mismo y a los demás; si no lo unes a la humildad y a la ternura. Sin embargo, con humildad y amor concreto, el poder -el más alto, el más fuerte- se hace servicio y difunde el bien.
El futuro de la humanidad no está sólo en manos de los políticos, de los grandes líderes, de las grandes empresas. Sí, su responsabilidad es enorme. Pero el futuro sobre todo está en las manos de las personas que reconocen a los otros como un tú, y a sí mismos como parte de un nosotros. Necesitamos los unos de los otros. Por favor, recuerdenme con ternura para que pueda llevar a cabo la misión que me ha sido encomendada para el bien de otros, de todos, de todos ustedes, de todos nosotros. Gracias."
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