Jesús, silenciosamente te haces presente en un pequeño y sencillo pedazo de pan y estás frente a mí. Concédeme entender con el corazón, que Tú estás vivo ahí y que es por mí. Dame Señor una fe viva que me haga consciente de tu presencia real en la Hostia Consagrada. Oh Jesús, concédeme en este momento la gracia de adorarte con toda mi alma, mi espíritu y mi cuerpo.
Como tu discípulo Tomás, yo quisiera decir: ¡Señor mío y Dios mío! No te pido Jesús que extiendas ante mí tus manos y me muestres tus heridas. Yo creo que aquí estás tú, verdaderamente vivo y realmente presente en cuerpo, alma y divinidad, con la plenitud de tu amor.
Por eso me postro ante Ti y guardo silencio…
Jesús, tú eres mi Dios. Eres fuente de santidad, porque eres la santidad misma. Sólo a Ti y a nadie más debo adorar. Por eso es que hago a un lado todas las cosas, personas y planes. Me despojo de cualquier otro pensamiento, para ocuparme sólo de adorarte. Quiero que mi mente y mi corazón sean uno contigo. Con todo mi ser, me entrego enteramente a Ti, Señor, permíteme adorarte en todos los templos del mundo: ¡Bendito y alabado seas en cada Hostia consagrada! ¡Bendito y alabado seas en todas las comuniones, en las que me he encontrado contigo!
Yo te glorifico y ensalzo, en reparación de cada uno de los encuentros, en los cuales te recibí sin haber estado realmente consciente de que Tú, el Dios vivo y verdadero, habías venido a mí. ¡Bendito seas Jesús por cada momento que hasta ahora he pasado contigo y por todos los que viviré junto a Ti en el futuro! ¡Bendito seas por aquellos que te reciben con fe, porque viven en el amor inspirados por Ti!
Quiero glorificarte y pedirte perdón, por los que se oponen a Ti y te persiguen. Quiero adorarte Señor y consolar el dolor que te causan aquellos que te reciben, sin darse cuenta de tu presencia amorosa en la Eucaristía. Perdónalos Jesús. ¡Oh Señor, bendito y glorificado seas, porque estás vivo aquí ahora y porque has venido a traer tu amor y tu vida en abundancia a los que se acercan a Ti!
Por eso me postro ante Ti y guardo silencio…
Señor Jesús, permite que cada palabra que pronuncie durante esta oración, sea en unión con tu Espíritu Santo. No permitas que sean expresiones huecas. Inspírame para poder comprender tu Palabra, con la cual has querido atraerme completamente a Ti. Tú dijiste que eras alimento para nuestro espíritu, para nuestra vida, para saciar toda hambre, pero primero y antes que nada, para suplir nuestra hambre de amor.
Convencido por tu Palabra, la cual se aplica también a mí, aquí estoy Jesús y te imploro: ¡dame de comer, dame de beber! Estoy hambriento y sediento. Nada podrá calmar mi hambre y mi sed, nada sino Tú, porque todo es pasajero, todo es imperfecto. ¡Gracias porque Tú eres la respuesta a todas mis necesidades y anhelos!
Por eso me postro ante Ti y guardo silencio…
Jesús aquí estoy de rodillas ante Ti, en nombre de todos aquellos que tienen hambre y sed de verdad, justicia, de amor y de reconciliación. Estoy de rodillas ante Ti, en nombre de todos los que están sedientos y andan en busca de bebidas que embriagan y los conducen a la muerte y no a la vida.
¡Oh Pan de vida eterna, estoy de rodillas ante Ti, en nombre de los que están en conflicto y hacen las guerras; de los que se odian y se persiguen unos a otros; de los que con celo se acechan mutuamente, a causa del pan terrenal! Jesús revélate a ellos, Tú que eres el Pan celestial de vida eterna. Haz que te encuentren y que sientan tu presencia, de tal manera que no continúen vagando por el mundo, siendo golpeados por el pecado y el mal.
Jesús, Tú que eres el maná del Padre para los que peregrinamos en este mundo, atiende la oración que te ofrezco por todos aquellos que tienen hambre del pan terrenal; que trabajan y que no reciben salario, porque son explotados por los poderosos. Deja Señor que mi corazón se postre ante Ti y se sumerja en tu presencia. Haz que tu vida me absorba completamente, de tal manera que me llene de tu dulzura, para que pueda transmitirla a todos aquellos que te buscan.
Por eso me postro ante Ti y guardo silencio…
Jesús, Tú dijiste que habías venido por los enfermos y los pecadores. Te doy gracias, porque en tu santidad, perdonaste todos los pecados y compartiste tu pan con los pecadores. Gracias porque no temiste las críticas de aquellos, que a sí mismos se consideraban justos, despreciando a otros por sus pecados e indignidad. Por tanto, ahora te pido que me perdones y me purifiques de todos mis pecados.
Gracias, Jesús, porque Tú nos has llamado a todos los cristianos a actuar como Tú: a amar incondicionalmente y sin esperar nada a cambio. De rodillas ante Ti, hoy me decido a seguir tu camino y te pido que me consideres digno de orar, en tu Nombre, por mi propia purificación y sanación. Aún más, te doy gracias, porque sé que estás dispuesto a sanar a otros, a través de mi oración. Te pido también Señor, que los invites a reanudar su amistad contigo.
Jesús, después de haber permanecido en tu adoración, mi corazón se ha llenado de gozo. Ahora tengo la certeza de que Tú te harás cargo de mí y de todas aquellas personas, mis hermanos y hermanas por quienes he intercedido. Al concluir esta adoración, prometo ocuparme más de Ti y de tu Palabra. Quiero entregarme a experimentar tu amor y derramarlo en los demás. Te ruego, Jesús, que por medio de la Sagrada Eucaristía hagas tu morada en mí corazón. Quiero que cada día crezcas dentro de mí. Amén
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