1 de Reyes 3,4-15
El rey Salomón fue a Gabaón a ofrecer allí sacrificios, porque allí estaba el santuario principal. En aquel altar ofreció Salomón mil holocaustos. En Gabaón el Señor se apareció aquella noche en sueños a Salomón, y le dijo:
—Pídeme lo que quieras.
Salomón respondió:
—Tú le hiciste una gran promesa a tu siervo, mi padre, David, porque procedió de acuerdo contigo, con lealtad, justicia y rectitud de corazón, y le has cumplido esa gran promesa dándole un hijo que se siente en su trono: es lo que sucede hoy.
Y ahora, Señor, Dios mío, tú has hecho a tu siervo sucesor de mi padre, David; pero yo soy un muchacho que no sé valerme. Tu siervo está en medio del pueblo que elegiste, un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular. Enséñame a escuchar para que sepa gobernar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal; si no, ¿quién podrá gobernar a este pueblo tuyo tan grande?
Al Señor le pareció bien que Salomón pidiera aquello, y le dijo:
—Por haber pedido esto, y no haber pedido una vida larga, ni haber pedido riquezas, ni haber pedido la vida de tus enemigos, sino inteligencia para acertar en el gobierno, te daré lo que has pedido: una mente sabia y prudente, como no la hubo antes ni la habrá después de ti. Y te daré también lo que no has pedido: riquezas y fama mayores que las de rey alguno. Y si caminas por mis sendas, guardando mis preceptos y mandatos, como hizo tu padre, David, te daré larga vida.
Palabra de Dios
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