martes, 5 de enero de 2016

No amemos de palabra y con la boca



1 Juan 3,11-22


El mensaje que oyeron desde el principio es que nos amemos los unos a los otros. No como Caín, que procedía del Maligno y asesinó a su hermano. Y ¿Por qué lo asesinó? Porque sus acciones eran malas y las de su hermano buenas. No se extrañen hermanos si el mundo los odia. Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte. Quien odia a su hermano es un homicida, y saben que ningún homicida posee la vida eterna. Hemos conocido lo que es el amor en aquel que dio la vida por nosotros. Por eso, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos. Si uno vive la vida en abundancia y viendo a su hermano necesitado le cierra el corazón y no se compadece de él ¿Cómo puede conservar el amor de Dios? Hijitos, no amemos de palabra y con la boca, sino con obras y de verdad. Así conoceremos que procedemos de la verdad y tendremos ante él la conciencia tranquila, y aunque nuestra conciencia nos acuse, Dios es más grande que nuestra conciencia y lo sabe todo.  Queridos, si la conciencia no nos acusa, podemos confiar en Dios, y recibiremos de él lo que pidamos, porque cumplimos sus mandatos y hacemos lo que a él le agrada.

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