Angelus - 15 de agosto 2017
"Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
Hoy, solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María, el Evangelio nos presenta a la joven de Nazaret, que recibió el anuncio del Ángel, y sale deprisa para estar cerca de Isabel, en los últimos meses de su embarazo prodigioso. Viniendo de Isabel, María escucha las palabras que forman parte de la oración del "Ave María", “Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu seno”(Lc 1:42). De hecho, el regalo más grande que María ofrece a Isabel - y al mundo - es Jesús, que ya vive en ella; y vive no sólo por la fe y por la espera, al igual que muchas mujeres del Antiguo Testamento: de la Virgen, Jesús tomó carne humana, para su misión de salvación.
En la casa de Isabel y su esposo Zacarías, donde antes reinaba la tristeza por la falta de hijos, ahora existe la alegría de un bebé en camino: un niño que se convertirá en el gran Juan el Bautista, el precursor del Mesías. Y cuando llega María, la alegría desborda y brota de los corazones, porque la presencia invisible pero real de Jesús llena todo el camino: la vida, la familia, la salvación de la gente ... ¡Todo! Esta alegría completa se expresa con la voz de María en la hermosa oración que en el Evangelio de Lucas ha llegado hasta nosotros, que se llama Magnificat.
Es un canto de alabanza a Dios, que hace grandes cosas a través de los humildes, desconocidos para el mundo, como la misma María, su esposo José, y como es también el lugar donde viven, Nazareth. Las grandes cosas que Dios ha hecho con la gente humilde, las grandes cosas que Dios hace en el mundo con los humildes, porque la humildad es como un vacío que deja espacio para Dios. El hombre humilde es poderoso porque es humilde, no porque es fuerte. Y esta es la humilde grandeza y la humildad. Les pido que - y yo también – que respondan, no en voz alta, sino en el corazón:"¿Cómo está mi humildad?"
El Magníficat canta al Dios misericordioso y fiel, que cumple su plan de salvación con los más pequeños y los pobres, con los que tienen fe en él, que confían en su palabra, como María. Esta es la exclamación de Isabel: "Bendita tú que has creído" (Lc 1,45). En esa casa, la venida de Jesús a través de María no sólo ha creado un ambiente de alegría y compañerismo, sino también un ambiente de fe que lleva a la esperanza, a orar, a la alabanza.
Todo esto nos gustaría que suceda hoy en día en nuestros hogares. La celebración de la Asunción de Santa María, nos gustaría que, una vez más nos traiga a nosotros, a nuestras familias, a nuestras comunidades, este inmenso don, la única gracia que hay que pedir siempre antes y por encima de las otras gracias: ¡ la gracia que es Jesucristo!
Llevando a Jesús, María también nos trae una nueva alegría, llena de significado; nos trae una nueva capacidad de cruzar con fe los momentos más dolorosos y difíciles; nos trae la misericordia, con el fin de perdonar, entender al otro, de apoyarse mutuamente.
María es un modelo de virtud y fe. Al contemplar hoy su asunción al cielo, la realización final de su viaje terrenal, le damos gracias porque siempre nos precede en la peregrinación de la vida y la fe - es el primer discípulo. Y le pedimos velar por nosotros y que nos ayude para tener una fe fuerte, alegre y compasiva; que nos ayude a ser santos, para reunirnos con ella un día en el paraíso".
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