lunes, 16 de mayo de 2016

Todo es posible para quien cree


Marcos 9, 14-29


Cuando volvieron adonde estaban los discípulos, vieron un gran gentío y unos letrados discutiendo con ellos. En cuanto la gente lo vio, quedaron sorprendidos y corrieron a saludarlo.
Él les preguntó:
—¿De qué están discutiendo?
Uno de la gente le contestó:
—Maestro, te he traído a mi hijo, poseído por un espíritu que lo deja mudo. Cada vez que lo ataca, lo tira al suelo; él echa espuma por la boca, rechina los dientes y se queda rígido. Dije a tus discípulos que lo expulsaran y no han podido.
Él les contestó:
—¡Qué generación incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo.
Se lo llevaron; y, en cuanto el espíritu lo vio, sacudió al muchacho que cayó a tierra y se revolcaba echando espuma por la boca.
Jesús preguntó al padre:
—¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto?
Contestó:
—Desde niño. Y muchas veces lo tira al agua o al fuego para acabar con él. Por eso, si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos.
Jesús le respondió:
—¿Que si puedo? Todo es posible para quien cree.
Inmediatamente el padre del muchacho exclamó:
—Creo; pero ayuda mi falta de fe.
Viendo Jesús que la gente se agolpaba sobre ellos, reprendió al espíritu inmundo:
—Espíritu sordo y mudo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas a entrar en él.
Dando un grito y sacudiéndolo, salió. El muchacho quedó como un cadáver, tanto que muchos decían que estaba muerto. Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó y el muchacho se puso en pie.
Cuando Jesús entró en casa, los discípulos le preguntaban aparte:
—¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?
Respondió:
—Esa clase sólo sale a fuerza de oración y ayuno.

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