domingo, 8 de mayo de 2016

Dios hizo a la madre



Estaba Dios en su taller de orfebre, trabajando arduamente en su última creación. Cuando de repente, un grupo de ángeles intrigados por su afanosa entrega, se atrevieron a interrogarle:

— ¿Qué hace señor?

— La más grande de mis obras maestras —contestó.

— ¿En qué consiste? — preguntaron.

— En un ser de cuatro pares de ojos y seis brazos.

Y sorprendidos, exclamaron:
— ¿Y para qué le van a servir cuatro pares de ojos?

— Un par de ojos, es para que pueda apreciar la belleza que le rodea; uno más para comprender cada acción que realicen mis hijos; el tercero, para leer los pensamientos, las palabras no pronunciadas, con unos ojos que puedan ver los corazones y ante los cuales no hayan secretos; y el ultimo, para que pueda apreciar la presencia de Dios en la paz de un niño durmiendo.

— ¿Y tantos brazos para qué?

— Los primeros dos son para servir, desde esforzarse en el trabajo más arduo hasta cultivar la flor más delicada. Dos más, serán para acunar a cada uno de mis hijos y llenarlos de caricias, de ternura y amor; y los últimos para levantarlos y luchar ante la injusticia y el abandono.

— Señor, este nuevo ser que estas creando, ¿será inteligente?

— Tendrá la capacidad ilimitada para abordar los temas más intrincados y  poseerá la sensibilidad del poeta, el pensamiento mágico de la fantasía, y sabrá encontrar estrellas y esperanzas en los campos más áridos y desiertos.

Los ángeles, cada vez más intrigados de lo que hacía su señor, no cesaban de preguntar:

— Oye Señor, ¿y este ser tan raro, tendrá alguna función especial?

— Mirad: con un solo beso podrá mitigar el llanto de un pequeño, perdonar la falta más grave, dar aliento a un valiente, acariciar el alma de un anciano, seducir al guerrero más poderoso y dar compañía con solo recordarlo en la soledad.

Uno de los ángeles, tocó el modelo en proceso y exclamó:
— ¡Señor, parece muy débil!

— Su aspecto es frágil, pero su fortaleza es incalculable; puede soportar hambres, miserias, dolor, abandono, pero jamás se dará por  vencido. Sabe hacer milagros con los alimentos y jamás dejará a uno de mis hijos con hambre, le dará todo y tendrá la virtud de sonreír en medio de la adversidad.

— Señor, la verdad, nunca te habíamos visto trabajar tanto en un ser. ¿Por qué es tan importante?

— Miren: el mundo cada día crece más y yo no puedo estar en todas partes, necesito hoy más que nunca que alguien me ayude a conservar y engrandecer mi creación, a llevar mi bondad y presencia a todos los seres humanos.

Los ángeles finalmente preguntaron:
— ¿Cómo le vas a llamar a este ser tan raro?

— Será reconocido por ser forjador de seres humanos extraordinarios, su aroma permanecerá por siempre, y su nombre estará escrito de forma indeleble en la humanidad.

Finalmente, Dios hizo una larga pausa, como meditando el nombre que le daría, y sonriendo ante lo más sublime de su  creación, exclamo:
— Le llamaré: MADRE

En eso uno de los ángeles tocó el rostro de la creatura y para su sorpresa se dio cuenta que una gota escurría de sus ojos, y preguntó:

¿Señor, qué es esa gota de agua que escurre de sus ojos?

— Eso es una lágrima, es el bálsamo del amor, es expresión sublime ante el dolor de mis hijos, es su aflicción ante el sufrimiento que manifiesta la sensibilidad de su espíritu y brota en forma incontenible ante las penas y las alegrías.

Entonces, uno de los ángeles exclamó:
 ¡Señor, eres un genio! ¿Cómo se te ocurrió poner una lágrima en este ser?

Y entonces, Dios con humildad respondió:

 Esa lágrima Yo no la puse!

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