Mensaje del Papa Francisco para el III Congreso Internacional de Cátedras Scholas
"Entre la Universidad y la Escuela, construyendo la paz a través la cultura del encuentro"
Universidad Hebrea de Jerusalén, 2-5 de julio de 2017
En este momento jóvenes y adultos de Israel, de Palestina y de otras partes del mundo, de diferentes nacionalidades, credos y realidades, todos respiramos el mismo aire, todos pisamos la misma tierra, nuestra casa común. Las historias son muchas, cada uno tiene la suya. Hay tantas historias como personas, pero la vida es una. Por eso quiero celebrar estos días vividos allí en Jerusalén, porque ustedes mismos, desde sus diferencias, lograron unidad. No se los enseñó nadie. Lo vivieron. Ustedes se animaron a mirarse a los ojos, se animaron a desnudar la mirada y esto es imprescindible para que se produzca un encuentro. En la desnudez de la mirada no hay respuestas, hay apertura. Apertura a todo lo otro que no soy yo. En la desnudez de la mirada nos volvemos permeables a la vida. La vida no nos pasa de largo. Nos atraviesa y nos conmueve y esa es la pasión. Una vez abiertos a la vida y a los otros, al que tengo al lado, se produce el encuentro y en ese encuentro se da un sentido. Todos tenemos sentido. Todos tenemos un sentido en la vida. Ninguno de nosotros es un no. Todos somos sí, por eso cuando encontramos el sentido es como si se nos ensanchara el alma. Y necesitamos ponerle palabras a este sentido. Darle una forma que lo contenga. Expresar de algún modo eso que nos pasó. Y esa es la creación. Además, cuando nos damos cuenta que la vida tiene sentido y que ese sentido nos desborda necesitamos celebrarlo. Necesitamos la fiesta, como expresión humana de la celebración del sentido. Entonces encontramos el sentimiento más profundo que se puede tener. Un sentimiento que existe en nosotros por y a pesar de todo, por todo y a pesar de todo. Este sentimiento es la gratitud. Scholas intuye que de esto se trata educar. La educación que nos abre a lo desconocido, que nos lleva a ese lugar en el que todavía no se separaron las aguas. Libre de prejuicios. Es decir libre de juicios previos que nos bloquean, para desde allí soñar y buscar nuevos caminos. De ahí que nosotros los adultos no podemos quitarle a nuestros niños y jóvenes la capacidad de soñar, ni de jugar, que en cierta manera es un soñar despiertos. Si no dejamos que el niño juegue es porque nosotros no sabemos jugar y si nosotros no sabemos jugar no entendemos ni la gratitud, ni la gratuidad, ni la creatividad.
Este encuentro nos ha enseñado que nuestra obligación es escuchar a los chicos y generar un contexto de esperanza para que esos sueños crezcan y se compartan. Un sueño cuando es compartido se convierte en la utopía de un pueblo, en la posibilidad de crear una nueva manera de vivir. Nuestra utopía, la de todos los que de algún modo formamos Scholas es crear con esta educación una cultura del encuentro. En las personas podemos unirnos valorando la diversidad de culturas para alcanzar, no la uniformidad, no, sino la armonía, y ¡cuánto necesita este mundo tan atomizado! Este mundo que le teme al diferente, que a partir de ese temor a veces construye muros que terminan haciendo realidad la peor pesadilla que es vivir como enemigos. ¡Cuánto necesita este mundo salir a encontrarse! Por eso quiero agradecerles hoy, a los adultos, a los académicos de la Universidad hebrea y de tantas universidades de todo el mundo que están allí presentes por no encerrarse y por poner sus valiosos conocimientos al servicio de la escucha. Y a los jóvenes de Israel y Palestina y a los invitados de otros países del mundo gracias por animarse a soñar, a buscar el sentido, a crear, a agradecer, a festejar, a poner la mente, las manos y el corazón para hacer realidad la cultura del encuentro. Muchas gracias
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