En América latina es común ver en las calles, carreteras y los semáforos personas que piden ayuda con un cartel, intentando que alguien entre tanta indiferencia les brinde una ayuda para sus necesidades de subsistencia. Pero ahora, son los propios sacerdotes y seminaristas que salen a la calle; no piden alimentos, ropa o dinero para mantener su iglesia o su comunidad, aunque muchos viven pobres entre los pobres. Hoy ayudados con un cartel, quieren de los transeúntes una obra de misericordia aún mayor: oración.
Este sacerdote con un aviso y un mensaje a puño y letra nos hace parar en el camino y con una llamada que parece angustiosa nos dice: ¡Detente! Reza un Padre nuestro por mi vocación.
Ante este pedido, te invito a unirte a esta campaña de oración por la santificación de los sacerdotes, religiosos, misioneros y por todas las vocaciones a la vida consagradas.
Como decía Santa Teresita del Niño Jesús: " ¡ay! ¡cuántos malos sacerdotes, cuántos sacerdotes que no son lo bastante santos...!Oremos y suframos por ellos, y en el último día Jesús estará agradecido! "
Oremos al Padre, con la misma oración que Jesús nos enseñó:
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén.
¡Gracias por tu oración !
¿ Te comprometerías a orar un Padre Nuestro cada día por la vida consagrada?
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